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Para pensar juntos...: "Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber" John Wooden

sábado, 24 de marzo de 2007

Un cuento sufi (algo más sobre Poner Límites...)


Si Ud., como nosotros, trabaja sobre sí, alguna vez debe haber tenido que ponerse límites a sí mismo, ¿verdad? Porque vio que exigía de más a su cuerpo. Porque observó que invadía al otro, sobreprotegiéndole. Porque se pescó a sí mismo siendo demasiado demandante. Porque se cansó de dar de más a quien no le brindaba reciprocidad... Bien: hay personas que no han desarrollado aún esa habilidad madura de ponerse límites a sí mismas. Una Ley de Murphi (todas graciosas, por cierto) señala jocosamente un aspecto de este tema: "Haga dos veces un favor, y se convertirá en su obligación"; (¿le ha sucedido??) Cuando nos encontramos ante tal situación, si es necesario, tenemos que oficiar de "límite ortopédico" para el otro: dado que él mismo no se pone límite para con nosotros, seremos nosotros los responsables de establecer esa frontera. De no hacerlo... estaremos colaborando con el abusador! Justificándole, ejerciendo una seudo-"aceptación incondicional" (en verdad neurótica!) y reiterado un prematuro "perdón" a sus actos de abuso ("perdón" que nacerá de nuestras partes menos sanas, muy distinto del perdón que emerge de elaborar nuestros enojos y dolores, y que nos habilita para ejercer la potestad de que no nos vuelvan a herir en donde nos hirieron). Ambos partícipes vinculares desplegando un acuerdo tácito, altamente disfuncional...

Quizás el otro sea un abusador consumado y tenga mala entraña, de modo que ante el límite que Ud. le ponga reaccionará ofendiéndose, mostrando su cara oculta, y alejándose; bendito sea el repelente del límite entonces! En algunas tierras se dice: "A perro flaco no le faltan pulgas": cuando uno se ve a sí mismo con escaso autoaprecio (como perro flaco...) es usual que "se le prendan", cual pulgas, personas que le chupen la sangre... Pero si el "perro" se fortalece... las pulgas caen por sí mismas! El punto será, si eso nos pasa, mantenernos con esa fortaleza... para no volver a atraer personajes similares que nos manipulen y nos devíen el rumbo. Como dijo Sarmiento, -en ese caso, refiriéndose a los países que se dejan dominar por los gobiernos de otras naciones-: "El asunto no es cambiar de amo. El asunto es dejar de ser perro."

Pero si, en cambio, la persona a quien le ponemos límites tiene buen espíritu, tal vez pueda advertir, de corazón, lo que no alcanzaba a ver como actitud abusiva. Allí vendrá el que se haga cargo puntualmente, que pida disculpas, que se comprometa a no volver a abusar, y, si es necesario, a reparar lo que haya dañado. Cuando somos excesivos, muchas veces lo somos porque no nos damos cuenta. Necesitaremos entonces extrangerizarnos de nosotros mismos: vernos como desde afuera (nuestros hábitos, nuestra modalidad vincular, nuestros errores más propios...). Y, generalmente, cuando VEMOS de verdad, es como si nos quitáramos una venda de los ojos, y nos sorprendiéramos de no haber visto antes... También podemos no darnos cuenta de que estamos siendo abusados: hemos tomado como común lo que es en sí mismo una aberración vincular. Como decía el titular de un artículo sobre violencia doméstica: "Mi marido me pega lo normal". (¡¡ !!)

¿Cómo poner límites? No hay fórmula, claro está. Conversando, escribiendo una carta, dejando de hacer lo que siempre hicimos, iniciando acciones legales, pidiendo como clientes un libro de quejas, o diciendo simplemente NO (con un grito, con una sonrisa, o con la más fina elegancia), comunicando nuevas reglas de juego, o también, inclusive, actuando con humor, ironía y picardía. Aquí va un cuento sufi que nos habla de ese otro modo de poner límites a una situación de maltrato. Como tantas otras historias sufis, el protagonista es Nasrudín: a veces se lo pinta como un sabio, otras como un necio... y quizás como las dos cosas. Aquí lo tenemos como alguien lúcidamente aleccionador. Nos cuenta Idries Shah en su libro "Las ocurrencias del increíble Mulá Nasrudín" (Ed. Paidós):

"Nasrudín fue a una casa de baños turcos. Como estaba pobremente vestido los dependientes le brindaron escasa atención, dándole desdeñosamente sólo un trocito de jabón y una toalla vieja.

Al salir, el Mulá les entregó como propina una valiosa moneda de oro a cada uno. Ni siquiera se había quejado de la atención, de modo que los empleados quedaron perplejos. ¿Podría ser , -se preguntaban-, que de haberlo tratado mejor les hubiera dejado una propina aun mayor?

A la semana siguiente volvió el Mulá. Esta vez, por supuesto, fue atendido como un rey. Después de que lo hubieron masajeado, perfumado y tratado con la mayor deferencia, antes de abandonar la casa de baños el Mulá le entregó a cada servidor la más ínfima moneda de cobre.

´Esto -les dijo- es por la vez pasada. Las monedas de oro fueron por lo de hoy.´ Y se alejó muy dignamente... "

Interesante lección, cierto?

Antes de despedirnos, algo más...

- Hemos subido a nuestro sitio web el texto de la Conferencia Virtual gratuita que compartiéramos el martes pasado con el título "Poner límites: un aprendizaje vincular indispensable". Para bajar ese archivo o leerlo en la web clickear aquí. Podrá encontarlo en el sector llamado "Fogones". (Es el último documento... aunque puede leer los anteriores también!) En el mismo espacio, pero clickeando en la botonera la opción "Módulos", podrá hallar otro archivo sobre el tema de los límites...

- Al clickear aquí encontrará un Foro para expresar su propia experiencia en esta tarea vital del poner límites. También es un espacio oportuno para reflexionar juntos sobre lo que cada uno vio en su propia vida a partir de la conferencia (algunos nos lo han compartido por mail...). Como siempre, será un espacio donde APRENDER TODOS DE TODOS...

Imagen: Antiguo grabado sufi.

domingo, 18 de marzo de 2007

Poner límites: Un acto de Dignidad

Eduardo les habla esta vez: Poner límites cuando resulta necesario, requiere de una extraordinaria lucidez. Y hay muchos modos de hacerlo: cada uno de nosotros necesita hallar en su interior la propia manera de expresarlos. Es curioso: hay una palabra que, en todos los idiomas de este planeta, se caracteriza siempre por ser breve y contundente. Como una flecha disponible en el arco para ser disparada prontamente si así lo decidimos. Esa palabra es, en nuestra lengua, NO. Es así de breve y contundente; quizás, por razones de supervivencia. Supervivencia no sólo de nuestro ser físico, sino, principalmente, de nuestra identidad más esencial. Es rápida de emitir, y fácil de ser comprendida... si se la entona y ejecuta con suficiente claridad, sin dobles mensajes...

Aquí va una historia sobre este tema que escribió Virginia: una anécdota real, que muestra de modo bello y certero un aspecto del aprender a poner límites en el propio estilo, inequívocamente.

"Hace ya varios años, una amiga muy querida migró hacia Alemania. Una mujer peculiarmente sensible, con temperamento artístico expresado de muy diversas formas: poeta, fotógrafa, dibujante, pianista, flautista... Pero su vocación, a la que había dedicado tiempo y esfuerzo en formarse, era la de ser cantante lírica: una soprano de primer nivel. Sin embargo, a pesar de haber participado en grandes óperas de nuestro país, viendo que en Sudamérica le sería muy difícil desplegar su talento, buscó nuevas tierras donde sembrar su simiente...

Ella, delicada y a la vez sencilla, cuando llegó a Alemania y durante algunos años, tuvo que realizar tareas de las más básicas, para sobrevivir, y, entre tanto, buscar cómo darse a conocer como artista.

En esos tiempos iniciales, entonces, uno de sus trabajos fue el de limpiar pisos y baños de algunas tabernas alemanas. No sólo se vio por primera vez enfrentada a la necesidad de ejercer tareas rudas, sino que además, dado que su perfil era de extrema timidez, y su tez cetrina y sus ojos oscuros no se correspondían con el biotipo más común en ese país, tres o cuatro personas que trajaban con ella le trataban con desdén: se reían a sus espaldas, le decían palabras socarronas que ella aún no entendía, le daban órdenes autoritariamente, -a pesar de no tener un rango mayor que el de Ella-... No le permitían almorzar con ellos ni participar de sus conversaciones, de modo que su soledad la rodeaba en todo momento.

Pero un día... un día brotó en su corazón la voz de su Dignidad: algo tenía que hacer para frenar esta injuria. No sólo se sentía insultada en su persona, sino que, de pronto, sintió que Ella era mucho más que Ella: era la encarnación de los discriminados, de los rechazados en distintos ámbitos, en cada lugar del mundo, y por distintas razones (su religión, su color de piel, su país de origen)... Y su Dignidad cobró fuerza para algo que marcaría un antes y un después en su vida.

Como todos los días, comenzó a limpiar el retrete, poniendo vigor a cada uno de sus movimientos, mientras, como siempre, musitaba una melodía en tono apenas perceptible. Y sucedió lo de siempre: los dos hombrotes que lavaban las copas empezaron a reírse entre sí, burlándose de su música murmurada. Sus palabras eran traducibles por "Mírala, quién se creerá que es... Habría que llevarle a una audición... para que limpie con jabón el escenario!". A esas risotadas se sumaron las de dos meseras que recién llegaban a trabajar. Entonces Ella, desde su breve talla, con un movimiento seco y contundente, casi marcial, escurrió el trapo de piso y lo tiró en el sulo, apoyó la escoba en la pared, y, con firme ademán, poniendo las manos sobre su propia cintura, en jarra, hizo un audible silencio, mirando fijamente a los ojos a cada uno de ellos. Sorpendidos por este súbito gesto, todos hicieron, en consonancia, un repentino silencio: las risas se difuminaron en los labios de cada uno. Sólo se escuchaban, lejanos, los sonidos de la calle.

Entonces, Ella, sí, abrió la boca para, por primera vez en su vida, poner un límite. Sus ojos oscuros se habían dorado por un fuego interno innegociable. Sabía muy bien lo que tenía para decir. Pero al abrir su boca, de ella no salieron improperios ni gritos, sino... los más delicados sones de "La Flauta Mágica", de Mozart. En impecable alemán, su registro de soprano inundó la taberna, haciendo reverberar copas y vasos, y produciendo un maravilloso sonrojo en las mejillas de cada uno de sus azorados oyentes: avergonzados, no atinaron más que a quedarse mudos y quietos. Y durante unos diez largos minutos, toda Ella salió desde su pecho: un "BASTA!" tejido con lo más sublime de sus cuerdas vocales. Un "BASTA!" a la vez propio y ajeno, por la Dignidad de sí misma, y por la de todos los oprimidos, los rechazados, los menospreciados, los discriminados...

Cuando concluyó, su mirada triunfal era la que nunca antes había sido: el fulgor del "BASTA!" la había embellecido a tal punto que sus modestas vestimentas se habían convertido en delicadas gasas y sedas... Y su público, -ese público que desde la ignorancia por tantos meses la había minusvaluado- rompió en un sentido aplauso, como si formaran parte de un hechizo que les dejaría en lo hondo una contundente lección de humanidad.

Ella aún no lo sabía, pero su vida interna cambiaría para siempre. No sabía que había abierto, en ese instante, un candado en su voz y dn su corazón: nunca más permitiría, a partir de ese momento, que nadie le tratara con desdén ni mancillara su integridad. Fue como una promesa muda que se hizo a sí misma, casi sin darse cuenta. O, mejor dicho, no una promesa muda, sino una promesa impregnada de música, de Belleza, de Verdad... Hoy canta tangos por todo el mundo. Y, de vez en cuando, "La Flauta Mágica" germina en su voz, para recordarle que Ella... es Ella, más allá de cómo la vean los demás."
Virginia Gawel

En nuestro sitio web podrán hallar otro texto referido a este mismo tema: un material gratuito que hemos diseñado para cada uno de Ustedes. Podrán hallarlo clickeando
aquí, (en la sección llamada "Módulos"; es el documento titulado "Poner límites: Cólera y amabilidad"). Quienes deseen participar de la conferencia virtual gratuita que ofreceremos este martes, 20 de marzo, a las 22 hs. de Argentina, pueden inscribirse clickeando aquí para que les enviemos su clave de acceso. Serán bienvenidos...)

Algo más: al clickear
aquí encontrarán varios Foros de participación, para APRENDER TODOS DE TODOS...

domingo, 11 de marzo de 2007

El suicidio parcial (con cuento de Benedetti)


Ser un humano es difícil: implica, entre muchas otras cosas, interactuar en el mundo con otros humanos. Biológicamente, el humano es un animal gregario. Está en su instinto! Desde allí, a la mayoría de las personas les ATERRA ser exluidas, rechazadas, criticadas... segregadas. Pues, desde el animal gregario que somos, instintivamente sentimos que SER EXCLUIDO es igual a MORIR. Esa equivalencia tiene sentido en la mayoría de las manadas, donde el animal solitario, si es exonerado del conjunto, probablemente no llegue a sobrevivir. Sin embargo, si bien somos animales, PODEMOS SER ALGO MÁS QUE ANIMALES GREGARIOS. El ser humano está habilitado para aprender a ejercer el Arte de la Solitariedad Voluntaria: construir con su estar solo, algo mucho más bello que la simple Soledad del segregado. Y si tiene desarrollada esa habilidad, podrá NO NEGOCIAR el tener que modificar aspectos vitales de su identidad para "encajar". A partir de allí, desarrolla la capacidad para ejercer una solitariedad creativa, CON OPCIÓN A ESTAR ENTRE PARES cuando lo necesite, sin tener que MENTIR Y MENTIRSE PARA SER ACEPTADO.

Pero, vayamos al núcleo de lo que hoy queremos decirte: para adaptarnos, para tener un lugar en el mundo, para ser queridos / respetados / temidos / cuidados... (según el perfil que elijamos mostrar), lo que hacemos es FABRICAR UNA IDENTIDAD: inconscientemente, SELECCIONAMOS UN CONJUNTO DE RASGOS que, por ensayo y error, creemos que serán aquellos que nos permitan ENCAJAR de algún modo en el entorno. Y ELEGIMOS ser. Ser dulces, ser honestos, ser transgresores, ser dictatoriales, estar a la moda, ser vulgares... Sin embargo, esta SELECCIÓN de rasgos que van a constituir nuestra "identidad" ante los demás, sólo puede ser sostenida A EXPENSAS DE QUE MANIATEMOS LOS RASGOS QUE NO CONDICEN CON ÉSOS. Si para adaptarme tengo que ser fuerte y duro, sentiré a mis partes vulnerables como un riesgo para esa identidad que quiero sostener y desde la que me siento seguro. Si para ser querido tengo que ser agradable y complaciente, cercenaré mi capacidad de decir que NO y de poner límites. Y así...

¿Qué habrá sucedido? HABREMOS COMETIDO UN SUICIDIO PARCIAL. Habremos AMPUTADO una parte vital de nuestro psiquismo (sea cual fuere) en pos de PERTENECER A LA MANADA (así sea una manada de dos!). Y, sin esos rasgos de sí, SÓLO SEREMOS NUESTRA MÁSCARA. Nuestra VERDADERA IDENTIDAD habrá quedado desleída, incompleta.

Si la persona trabaja consigo misma, y SE DA CUENTA DE LA TRAMPA, podrá obrar sobre ese mecanismo, y comenzar a HACER RESUCITAR AL PROPIO LÁZARO: "Levántate y anda!". Sólo así se sentirá completa. Sólo así se sabrá auténtica. Y, desde allí, será tal su fuerza que podrá expeler de su vida a aquellos que NO LE ACEPTEN ENTERA, tal como es. Es un largo trabajo. Pero quizás lo más bello que un humano pueda hacer sobre esta Tierra. Sin ello, únicamente encontrará vacío, tristeza: una tristeza que no tiene que ver con el afuera, sino con la sutil añoranza de aquella parte propia que, desde lo hondo, RECLAMA QUE LA RESUCITEMOS. Nos estaremos extrañando a nosotros mismos! De allí tanta tristeza...

Aquí va un cuento del querido uruguayo Mario Benedetti, que tan claramente ha sabido expresarlo en su libro "La muerte y otras sorpresas". Y, si te hace falta, te auto-resucites!

"Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó, el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente, el Otro Yo se habia suicidado. Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable». El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo."

Algo más: Al clickear
aquí encontrarás Foros en los que participan personas desde todo el mundo. Uno nuevo está dedicado a este tema. Así, APRENDEMOS TODOS DE TODOS!
Imagen: "Autorretrato", de Mark Castello.

sábado, 3 de marzo de 2007

¿Quisimos nacer? Sobre los valores y el sentirse solos

Cuando una persona sensible y lúcida se decide a vivir en base a valores internos (ser honesto, sincero, justo, solidario..) es posible que le sucedan muchas cosas: que se sienta defraudado por la actitud de otros, que quiera imponer esos valores en su entorno pero no le den espacio, que experimente frustración luego de esforzarse en torno a lo bueno y ver que la desidia, el egoísmo, la destrucción, pueden a veces derrotarle... También quizás le duela verse A SÍ MISMO traicionar sus mejores valores, o, inclusive, percibirse como arrogante ante los demás por ser “el que lucha por el bien”. Y allí viene un trabajo interno de perdonar a los que no ven, perdonarse por no ver... e intentar reparar... y NO DARSE POR VENCIDO.

Rodeado de contra-valores, es posible que uno sienta: “¿Para qué habré nacido?!!”, y apueste a lo que dijo Sófocles: “El mayor premio es no nacer”. Terrible, verdad? Sin embargo, distintas corrientes espirituales dicen que HABER NACIDO ES UN PRIVILEGIO, y que uno DECIDIÓ nacer, QUISO hacerlo, pues esta vida es una Escuela... y en ella uno es alumno, y también enseñante...

Es mucho más fácil si uno no se aísla: si, en el ejercicio de aquello en lo que cree, busca crear lazos con pares afines. Así lo han descripto las Tradiciones de todos los tiempos, proponiendo encuentros comunitarios para aprender todos de todos. Hoy en día, hasta este medio virtual permite esta posibilidad, de algún modo, más allá de las fronteras.

¿Cómo vive cada uno de Ustedes este aspecto de la realidad, vinculada con el PROCURAR EJERCER LOS VALORES DEL SER, día a día, “a pesar de los pesares”? Aquí va un poema, para que les acompañe. (Y más abajo la propuesta de dos Foros para que puedan expresar su sentir.)

POR QUÉ QUISE NACER

Había la insolencia y el desprecio,
el átomo estallado, la matanza,
el hambre repartido entre millones,
la siniestra inquina solapada.
Había la tortura y la violencia,
había la niñez asesinada,
la traición, el cinismo y la mentira,
hollando las simientes que brotaban...

Pero quise nacer, porque sabía
que también está el que enseña y el que sana,
el que cultiva la huerta verdecida,
el que nutre, el que ora y el que canta...
el que promete y cumple, el que acaricia,
el que celebra el sol cada mañana,
el que, en vez de cañones, fragua el bronce
para forjar pacíficas campanas.
Quise nacer para estar entre los simples,
los que creen en la Vida y la resguardan:
esa estirpe singular que, construyendo,
hace que valga la pena la llegada.

Y me sumé a sus trabajos cada día:
regué la huerta, forjé mi campana,
procuré hacer felices a los tristes
y dar cobijo a quien lo necesitaba.
Di mis brazos a la siembra y la vendimia,
canté canciones con los que cantaban,
cambié los paños frescos a las fiebres,
y amé con persistencia apasionada.

Y te encontré: tú que lees estas líneas.
Te encontré, -porque tú también estabas-,
y aunque no nos conocimos, trabajamos
tú y yo juntos, inocentes y entusiastas.
Donde sea que estuvieras laborando,
en cualquier nación, de cualquier raza,
en cualquier tarea que hayas hecho,
juntos bregamos para que el Bien ganara.
Con errores y aciertos, intentamos
sacralizar la faena cotidiana,
para que en medio de tanto apocalipsis
el gozo y la ternura se salvaran.

Por eso yo te amé, querido humano,
aunque no nos conocimos: porque amabas;
porque diste todo lo que tenías
para que la Belleza prosperara.
Porque, en vez de lamentarte de que el mundo
no fuera tal como tú lo esperabas,
remangaste tus brazos vigorosos
y luchaste para que mejorara.
Porque cuidaste a la Naturaleza,
porque amasaste para que el pan se horneara,
porque criaste niños, porque hiciste
alfarería con el barro de las charcas.
Porque, pudiendo muñirte de cañones,
elegiste forjarte una campana
y alentar con su son a los que bregan
por lo más noble de la especie humana.
Porque, quizás, vamos tejiendo redes,
sosteniendo un mundo nuevo con su trama,
y seamos simplemente parturientos
que pujan juntos para que ese mundo nazca.

Ya lo ves: no estás tan solo en la tarea...
Puja conmigo... Ríe, puja y canta...

Virginia Gawel
1999, después de Esalen
(Psicóloga y escritora, co-autora de este Blog, y co-Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires)

Hemos abierto dos Foros: uno relacionado con este tema, titulado “¿Quisimos nacer?”, y otro especialmente dedicado a aquellos adolescentes y jóvenes que quieran hacer oír su voz. Los esperamos! Para participar de los Foros clickear aquí.

Imagen: Martín La Spina, artista plástico argentino contemporáneo. Para conocer su excepcional obra les proponemos visitar su espacio web http://www.martinlaspina.com.ar