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Para pensar juntos...: "Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber" John Wooden

domingo, 26 de agosto de 2007

Testarudez y flexibilidad (un cuento hindú)

Seguramente has de conocer gente testaruda, obstinada, ¿verdad?... O quizás sea ése a quien ves en el espejo a diario. (A nosotros nos sucede!) Sucede que, así como la flexibilidad física es propia de la juventud, con frecuencia la flexibilidad interna es un atributo de la madurez, luego de que uno empieza a ejercer espontáneamente lo que los tibetanos llaman “mente cuestionadora”: indagarnos a nosotros mismos para poder descartar aquellas creencias y puntos de vista que uno haya tomado como “la” Verdad, y que hayamos constatado como estrechos o errados. Y descartarlos aunque por largo tiempo nos hayan sido muy preciados!. Lao Tsé dijo “La flexibilidad es la vida, la rigidez es la muerte”: cultivar una mente flexible como un junco...

Es posible que quien tienda a ser lúcido haya estructurado su terquedad en su juventud, simplemente como medio de supervivencia, para no ser arrasado por lo que la TV y los diarios le han querido vender, y por lo que le han inculcado desde rancias creencias... Así, en esa edad uno se aferra a sus ideas propias, para protegerse de ser intoxicado por las ajenas. “Obstinado” significa, etimológicamente, eso: “aferrado, agarrado”. En la medida en que maduramos y confiamos más en quienes somos, podemos poner en tela de juicio esas “ideas propias” para entonces soltar las que se hayan vuelto un obstáculo en la búsqueda de la verdad.

“Testarudo” nace de la misma raíz que “atestar” = “llenar una cosa hueca (tiesto) apretando lo que se mete en ella para que quepa”. Pero si testarudamente nos aferramos a ideas viejas y disfuncionales, lo nuevo no encuentra el vacío necesario para refrescar nuestra mirada sobre nosotros mismos y sobre la realidad. Dejar de ser testarudo será limpiar nuestro propio recipiente interno de aquellas ideas que nunca nos hemos cuestionado, y que, sigilosamente, se han instalado en el trono que habría correspondido a la Verdad, gobernando desde allí, peligrosamente, nuestra vida... Este cuento hindú nos lo advierte:

Un viajero que recorría la India y que se definía a sí mismo como “buscador de la Verdad” encontró a un anciano serenamente sentado bajo un árbol, tallando una flauta. Le habían dicho que ése era el más sabio de la comarca. Se le acercó y, pidiéndole permiso para hacerle una pregunta, le dijo: “Señor, ¿cómo puedo llegar a la Verdad?”

El viejo sonrió y, sin dejar de hacer su tarea, le dijo, luego de un largo silencio: “Si lo que buscas es realmente la Verdad, hay algo que es indispensable que ejerzas por encima de todo...”

El viajero, presa de su propia ansiedad, interrumpió al anciano: “Sí, ya sé: una irresistible pasión por ella.”

El anciano hizo otro largo silencio, y allí arrojó su última frase al ansioso viajero: “No: una incesante disposición a reconocer que puedes estar equivocado.”

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- Queremos recordarles que este martes, 28 de agosto, comenzará el Seminario sobre Psicología Transpersonal Nivel 1 (modalidad a distancia, por internet). Participarán de él unas 40 personas afines, interconectadas desde distintos lugares del mundo. Quienes quieran participar de esta experiencia podrán ver el programa del Seminario clickeando aquí.

Imagen: Antiguo grabado de la India.

domingo, 19 de agosto de 2007

El miedo al error

A veces somos propensos a cometer cierto tipo de error: el error de no hacer, para evitar el error; uno se ovilla sobre sí mismo, abstrayéndose de actuar, en la mortal ilusión de que si no actúa no se equivocará. Y aunque en algunas ocasiones abstenerse de obrar puede ser sensato, cuando esto es fruto del miedo al error puede ser fatal. Tomar el riesgo del error para concretar nuestro anhelo más genuino, aún en las pequeñas cosas, es el motor del Sentido para cualquier vida. Y cuando eludimos la decisión de ese hacer, caemos en la trampa que señaló rudamente William Blake: "Quien anhela y no obra, engendra peste." (Ups!)

Así como "vocación" refiere a la voz interna (vocare) que nos propulsa para que nos orientemos en determinada dirección, "equivocarse" viene de "equi-vocare"= "tomar por acertada una voz interna que es errada, equivaliéndola al acierto (equi)". Sí. Y qué? Es natural: ser humano es ser una criatura propensa al error, y a través de ello es que esa criatura evoluciona. Equivocarnos nos vuelve más modestos: la vida nos muestra nuestro verdadero lugar. Errar nos hace madurar, y asumir el error como tal, procurando reparar a quienes ese error haya dañado, nos humaniza. Y si hay algo triste de ver en el mundo, es quien se sustrajo de obrar por miedo al desacierto: uno se vuelve media persona, pues se ha sustraído no sólo al error, sino también al acierto que la acumulación de errores puede propiciar. Pues la acumulación de errores es casi siempre el paso necesario para aproximarse a ese a-cierto, (es decir, a lo cierto: a la Verdad). De modo que concedernos la posibilidad de equivocarnos implica otorgarnos una libertad fundamental.

Les compartimos estas palabras del filósofo contemporáneo Jacob Needleman, tan claro para decirlo:

"Lo que sucede es esto: nos equivocamos,
y con mucha frecuencia.
En momentos insignificantes,
inadvertidos, una y otra vez nos equivocamos,
nos olvidamos o nos engañamos.
Minutos o décadas más tarde,
podemos darnos cuenta de lo ocurrido,
hacernos conscientes, volver en sí.

En ese momento experimentamos
una súbita y aguda conciencia
de nuestra falibilidad, nuestra falta de realización,
la debilidad de nuestra atención,
la crudeza de nuestra comprensión.
En esos momentos nos sentimos
humillados y desconcertados,
resultando todo ello desagradable para el ego,
hábil como es en impedir que tales sentimientos
entren en la conciencia. Frecuentes fallos de la atención
y la discriminación resultan inevitables;
el recobrarse conscientemente de ellos
no se produce en forma automática.

La capacidad de experimentar estas humillaciones
altamente instructivas y correctivas y permitirles inculcar
una genuina humildad es, desde nuestro punto de vista,
crucial para el arte práctico del desarrollo espiritual interno."

JACOB NEEDLEMAN

- En nuestro sitio web podrás encontrar el texto de una conferencia virtual que hemos ofrecido sobre el tema de los miedos. Para acceder a ella, clickear aquí, y seleccionar la opción llamada "Fogones".
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- Te invitamos a leer algunos pensamientos de Jung en nuestro blog Onírica 2000, cickeando aquí.

Imagen: "L ´homme au chapeau melon", de René Magritte.

domingo, 12 de agosto de 2007

Reprimir lo mejor?

Hay gente muerta, y hay gente viva, claro. Pero también hay un tercer rango: la gente semi-muerta. Aquélla que se imposibilita a sí misma el estar totalmente Viva (así, con mayúsculas). Todos reprimimos asuntos densos: ira, instintos tumultuosos, complejos, conflictos... Pero existe algo más: cuando uno reprime su real Naturaleza (aquello que vino a Ser, aquello que le hace único: su Potencia Esencial...). En la Psicología Transpersonal se le llama represión del Atman: sofocar esa porción del Todo que cada uno de nosotros encarna (eso es el Atman: la chispa de lo Divino encarnada en cada humano). El Creador encarcelado con barrotes de "No puedo". Nuestra identidad más sagrada es ese preso. Pero hay una buena noticia: nosotros mismos somos el carcelero. NADIE MÁS tiene la llave para abrir definitivamente esa celda.

La condena autoimpuesta consiste en inhibir quien se Es, sobreadaptándose para encajar en el entorno, y tomando como propios antiguos mandatos que debieran haber caducado. Y la represión de la propia Esencia genera síntomas muy concretos, tal como enfermedades físicas, angustia crónica, ansiedad, y, sobre todo, depresión: la infinita tristeza de un alma que pudo obtener una vida humana, un cuerpo, una circunstancia para desplegarse... y que siente que va perdiendo esa oportunidad día a día. Eso es estar semi-muerto. En algunas personas, lo único que falta morírseles es el cuerpo...

Si es glorioso declarar la independencia de un país respecto de cualquier tiranía, y celebrar cada año esa fecha, es necesario convertirnos en nuestros propios libertadores: declarar la propia independencia respecto del opresor. Y EL OPRESOR ES UNO MISMO. Nadie más. Casi siempre, si hay un opresor AFUERA, es que le hemos firmado una autorización interna para que ejerza. Des-reprimir nuestra Esencia es recuperar el Sentido, la alegría... Es volver a estar Vivos por completo. Ojalá seamos todos, poco a poco, nuestros propios libertarios... En otras palabras:


POTENCIA ESENCIAL

"Tengo miedo", clamaba la semilla;
y a pesar de absorber sol y humedades,
renunció a germinar en sus verdores,
reprimiendo su yémula incipiente.

El águila gritó: “Ay, yo no puedo!”
y, plegando sus alas, desde el suelo,
resignándose, ansiaba las alturas,
cual si fuera un reptil definitivo.

"No sé cómo se hace", dijo el árbol,
sin animarse a dar flores ni frutos
ante el reclamo de la Primavera,
turbulenta, urgente, impostergable.

¿Qué verías si la Naturaleza
negara su potencia, su destino?
Frutales secos y pájaros rastreros,
sembradíos estériles y yermos...

Que no me pase a mí: que no me quede
anhelando accesibles utopías.
Que no viva como un muerto insepulto,
amortajadándome en lo rutinario.

Que no se me adormezca la Vigilia.
Que no se me amordace la Llamada.
Que entre mis bordeleses no se agríe
el Vino sin haberlo convidado.

Que me lance al estreno, y no eternice
mis ensayos detrás de los telones
sin que vibren los tímpanos del mundo
con la música de mis instrumentos.

Que el miedo no me encoja, no me vuelva
un bonsai de mí misma, mustio y triste,
retrayendo mis raíces temerosas,
adaptadas a un magro recipiente.

Que me atreva y te atrevas, fogueando
los mejores valores de la especie
en brasas de discretos esplendores
para que al fin refuljan plenamente.

Que la modestia no nos vuelva tibios,
porque la Vida hierve, y necesita
que indefectiblemente se le otorgue
poder al Bien en manos de los buenos.

Que el Tiempo Señalado es este tiempo,
porque el átomo estalla y se hace tarde.
Tejamos una Red con Hilos Vivos:
no dejemos que ganen los que matan.


Virginia Gawel
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domingo, 5 de agosto de 2007

Fracasar exitosamente

La Vida necesita que fracases. Sí, es cierto, todo a tu alrededor te pide que, en cambio, seas exitoso: los anuncios de la TV, los afiches de la calle, y quizás las voces que registraste en tu cerebro a lo largo de toda tu historia. Y no está mal, tal vez, que esas voces te pidan el éxito. El problema es que te exijan SOLAMENTE el éxito! Porque eso es irreal: la Vida no funciona así, de ninguna manera...

“Fracasar”, etimológicamente, significa “hacerse pedazos” (como “fraccionar”). Y cada vez que uno, como Osiris, recoge luego sus pedazos, tiene la OPORTUNIDAD de ELEGIR con cuál de ellos quedarse. De descartar lo que NO nos sirva para SER QUIENES NECESITAMOS SER. El fracaso nos muestra lo accesorio, lo inútil, lo mal aprendido, lo que tergiversa nuestra real identidad. Así tenemos la posibilidad de volvernos MÁS ENTEROS, MÁS ÍNTEGROS. Con ello, más modestos, más compasivos, más aceptantes de quienes somos y de nuestros límites verdaderos.

La palabra “éxito” significa “salida”. Y, sí: el VERDADERO éxito es SALIR DE NUESTROS FRACASOS SIENDO MEJORES PERSONAS. Todo otro éxito es de menor importancia comparado con ése.

Carl Jung lo dijo muy límpidamente en un texto escrito en el peculiar estado que le produjera el quebararse un pie y haber tenido simultáneamente un infarto. Cuenta que, en esa situación, sus experiencias, -entre oníricas y visionarias-, le proporcionaron una extraordinaria claridad. Nos dice textualmente sobre este punto:


"Hubo además una cosa que resultó de mi enfermedad.
Podría formularlo como una afirmación del ser:
un sí incondicional a lo que es,
sin objeciones personales.
Aceptar las condiciones de la existencia,
tal como yo la veo: tal como la entiendo.
Y aceptar mi propia esencia,
tal como soy concretamente.
Al principio de la enfermedad
tuve la sensación de haber incurrido
en un error en mi actitud y por ello
ser responsable, en cierta medida, de mis fracasos.
Pero cuando se sigue el camino de la individuación,
cuando se vive la vida,
hay que aceptar también el error;
de lo contrario, la vida no sería completa.
No existe garantía alguna -en ningún instante-
de que no incurramos en el error
o en un peligro mortal.
Se cree quizás que existe un camino seguro.
Pero éste sería el camino de los muertos.
Entonces ya no sucedería nada,
o en ningún modo lo que debe ser:
quien sigue el camino seguro,
está exactamente muerto.

Sólo después de la enfermedad
comprendí lo importante que es para el propio destino
el decir SÍ.
Pues de este modo hay un Yo que luego no desertará
cuando suceda algo inconcebible.
Un Yo que persiste, que soporta la verdad
y que está a la altura del mundo y del destino.
De este modo se habrá experimentado en un fracaso
también una victoria. Nada es estorbo
-ni por fuera ni por dentro-, pues la propia continuidad
ha resistido al fluir del tiempo.”
Carl Jung
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Imagen: "Sun fractal", de Thomas Place.