La práctica de la compasión consciente
empieza por ser
gentil para con el propio dolor, sí. Sin embargo, habrá que ser
muy sagaces para observar cuándo nos resbalamos hacia un terreno pantanoso que se le parece...
pero que no es.
Me refiero a la lástima
de sí. Tenerse lástima es disfrazar de dolor legítimo la
superficial heridita, y fundamentar en ella nuestra importancia personal;
manipularla íntimamente hasta que se convierta en eje de un drama cuyo guión
suscribimos: en él nos vemos como domésticos héroes, ejecutando por la vida la
opaca partitura de nuestro tango privado. Y sucede que así uno se vuelve dos
cosas: denso para sí mismo (dañándose de manera muy poco compasiva)... e
insufrible para los demás por voto unánime! Alguien nunca ha caído en esta
trampa?
Y cuidado: la lástima de
sí no siempre se expresa en palabras; a veces es como una canción sin letra:
sólo una melodía taciturna, tocada hacia el mundo como con sordina, pero sonando dentro tan fuerte...
que uno no puede escuchar ya a nadie; se evidencia apenas mediante suspiros,
una postura corporal, un lánguido tono de voz que sólo sugiere cuánto
sufrimos... Es que ser mártir de sí mismo cuesta mucho trabajo!
Pero SI NOS DAMOS
CUENTA... el
cambio de actitud puede tomar sólo un instante: levantar el
rostro, alzar el pecho, hablar con el vigor que da la dignidad, mirar a los
ojos al otro, e internamente poner
en contexto la heridita para devolverla a su modesta dimensión.
El contexto
está hecho de nuestros propios dolores legítimos,
padecidos y superados... está hecho del inconmensurable dolor de tantos seres
sintientes... Y también está hecho de la maravilla que nos rodea: la justa
valoración de todo lo que sí
hay, sí
somos, sí
podemos. Entonces soltamos el drama: nos
auto-liberamos, abriendo desde adentro esa prescindible jaula que es la lástima
de sí. G. Gianella lo dijo de este modo:
“Los
que tienen pena de sí mismos
andan en busca de consuelo.
Pero el que acepta el misterio que ha encarnado,
se zambulle en ese misterio.
Y ya no tiene tiempo de tenerse lástima:
apenas tiene el misterio del momento presente.
Y el presente no se puede buscar en ninguna parte,
porque se encuentra en todas.”
andan en busca de consuelo.
Pero el que acepta el misterio que ha encarnado,
se zambulle en ese misterio.
Y ya no tiene tiempo de tenerse lástima:
apenas tiene el misterio del momento presente.
Y el presente no se puede buscar en ninguna parte,
porque se encuentra en todas.”
© Virginia Gawel -
Psicóloga, Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires
(En Facebook: Clickear aquí.)
Psicóloga, Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires
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Permitida su
reproducción citando esta fuente y el sitio web www.centrotranspersonalcom.ar
Imagen: Steve Palmer
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