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miércoles, 24 de enero de 2007

Ayudar y aconsejar: empezando por casa...


He aquí un interesante cuento oriental que ilustra una actitud lúcida respecto de ayudar o aconsejar a otros. Si en el mundo así se hiciera...

Una mujer llevó a su niño de nueve años a que un sabio, -reconocido por su sensatez y sus conocimientos sobre el psiquismo humano-, le ayudara a poner límites a su hijo: el chico tenía excesiva afición a los dulces, y los comía a toda hora, aún a escondidas de sus padres. ¿Cómo hacer para que cesara ese hábito nocivo, que acabaría con su dentadura y su salud?

El sabio miró a la mujer, miró al niño, y simplemente dijo: "Tráigamelo cuando comience el invierno". Cuatro lunas tenían que pasar hasta entonces. ¿Cuál sería el misterio?

Llegado el tiempo convenido, la mujer volvió a ver al sabio, con el niño a cuestas. El sabio se reclinó en su asiento como para estar a la altura del niño, lo miró tierna y firmemente a los ojos, y le dijo: "Al cabo de cuatro lunas tienes que haber dejado de comer tantos dulces." El niño recibió con mucho respeto las palabras del sabio: habían penetrado en lo más hondo de su conciencia; seguramente desde allí esas palabras germinarían produciendo el fruto deseado.

"¿¡Pero para decirle sólo esto nos hizo esperar cuatro lunas?!", se quejó la mujer, algo contrariada, con tono descepcionado.

"Claro, -dijo el sabio-; es que hasta hace una luna YO comía dulces en exceso."

¿Somos capaces de dejar de comer dulces antes de recomendar a otros que lo hagan? Y quienes ejercemos como terapeutas, ¿estamos comprometidos a trabajar sobre lo que más nos cuesta?...
[Imagen: Alejandra Scigliano, artista plástica argentina]

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