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domingo, 11 de marzo de 2007

El suicidio parcial (con cuento de Benedetti)


Ser un humano es difícil: implica, entre muchas otras cosas, interactuar en el mundo con otros humanos. Biológicamente, el humano es un animal gregario. Está en su instinto! Desde allí, a la mayoría de las personas les ATERRA ser exluidas, rechazadas, criticadas... segregadas. Pues, desde el animal gregario que somos, instintivamente sentimos que SER EXCLUIDO es igual a MORIR. Esa equivalencia tiene sentido en la mayoría de las manadas, donde el animal solitario, si es exonerado del conjunto, probablemente no llegue a sobrevivir. Sin embargo, si bien somos animales, PODEMOS SER ALGO MÁS QUE ANIMALES GREGARIOS. El ser humano está habilitado para aprender a ejercer el Arte de la Solitariedad Voluntaria: construir con su estar solo, algo mucho más bello que la simple Soledad del segregado. Y si tiene desarrollada esa habilidad, podrá NO NEGOCIAR el tener que modificar aspectos vitales de su identidad para "encajar". A partir de allí, desarrolla la capacidad para ejercer una solitariedad creativa, CON OPCIÓN A ESTAR ENTRE PARES cuando lo necesite, sin tener que MENTIR Y MENTIRSE PARA SER ACEPTADO.

Pero, vayamos al núcleo de lo que hoy queremos decirte: para adaptarnos, para tener un lugar en el mundo, para ser queridos / respetados / temidos / cuidados... (según el perfil que elijamos mostrar), lo que hacemos es FABRICAR UNA IDENTIDAD: inconscientemente, SELECCIONAMOS UN CONJUNTO DE RASGOS que, por ensayo y error, creemos que serán aquellos que nos permitan ENCAJAR de algún modo en el entorno. Y ELEGIMOS ser. Ser dulces, ser honestos, ser transgresores, ser dictatoriales, estar a la moda, ser vulgares... Sin embargo, esta SELECCIÓN de rasgos que van a constituir nuestra "identidad" ante los demás, sólo puede ser sostenida A EXPENSAS DE QUE MANIATEMOS LOS RASGOS QUE NO CONDICEN CON ÉSOS. Si para adaptarme tengo que ser fuerte y duro, sentiré a mis partes vulnerables como un riesgo para esa identidad que quiero sostener y desde la que me siento seguro. Si para ser querido tengo que ser agradable y complaciente, cercenaré mi capacidad de decir que NO y de poner límites. Y así...

¿Qué habrá sucedido? HABREMOS COMETIDO UN SUICIDIO PARCIAL. Habremos AMPUTADO una parte vital de nuestro psiquismo (sea cual fuere) en pos de PERTENECER A LA MANADA (así sea una manada de dos!). Y, sin esos rasgos de sí, SÓLO SEREMOS NUESTRA MÁSCARA. Nuestra VERDADERA IDENTIDAD habrá quedado desleída, incompleta.

Si la persona trabaja consigo misma, y SE DA CUENTA DE LA TRAMPA, podrá obrar sobre ese mecanismo, y comenzar a HACER RESUCITAR AL PROPIO LÁZARO: "Levántate y anda!". Sólo así se sentirá completa. Sólo así se sabrá auténtica. Y, desde allí, será tal su fuerza que podrá expeler de su vida a aquellos que NO LE ACEPTEN ENTERA, tal como es. Es un largo trabajo. Pero quizás lo más bello que un humano pueda hacer sobre esta Tierra. Sin ello, únicamente encontrará vacío, tristeza: una tristeza que no tiene que ver con el afuera, sino con la sutil añoranza de aquella parte propia que, desde lo hondo, RECLAMA QUE LA RESUCITEMOS. Nos estaremos extrañando a nosotros mismos! De allí tanta tristeza...

Aquí va un cuento del querido uruguayo Mario Benedetti, que tan claramente ha sabido expresarlo en su libro "La muerte y otras sorpresas". Y, si te hace falta, te auto-resucites!

"Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó, el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente, el Otro Yo se habia suicidado. Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable». El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo."

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Imagen: "Autorretrato", de Mark Castello.

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