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Para pensar juntos...: "Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber" John Wooden

domingo, 1 de abril de 2007

¿Será posible morir?

Lo que hoy queremos decirle es complejo. Por favor, tenga paciencia hasta el final. Es: ¿Será posible morir? Hablamos del morir Eso que hace que un cuerpo sea otra cosa que carne que se mueve. De La Chispa. Porque una cosa es la vida, y otra cosa la Vida, así, con mayúsculas. La vida es asunto del cuerpo, como una vía férrea por donde el cuerpo transita sus sucesivas estaciones y paisajes. En cambio la Vida (así, con mayúsculas) no. La Vida es... el tripulante del tren! Tal vez sea cierto, entonces, lo que han dicho los místicos de todos los tiempos: podríamos traducirlo como "no es posible morir". Aún, a veces, queriendo! E igual de absurdo es matarse, dado que por ningún medio uno podría "quitarse la Vida". A lo sumo, uno podrá quitarse el cuerpo! (Pero ha de ser mal negocio, pues es bien posible que muy pronto uno tenga que conseguirse otro, dado que la Vida no renuncia a que estemos con vida, así tenga que volver a nacer.)

No se trata de fe: se trata de experiencia. Si Ud. en algún momento se ha sentido subrayado por la Vida, la ha latido más allá del corazón, se ha sentido insoslayablemente Vivo, o ha sentido inequívocamente Vivo a alguien amado... SABE. No necesita fe (pues la fe es requerible sólo sobre aquello que no se Sabe). De allí que pueda existir una religiosidad laica, más allá de participar o no de cualquier feligresía. Una religiosidad de la experiencia propia, no de la de otros que la han descripto en el pasado. Íntima. Por íntima, irrefutable (inclusive irrefutable por el propio intelecto). ¿Puede Ud. dentro de cinco minutos negar que ha estado leyendo estas líneas? Así de irrefutable para sí mismo es haber vivido la experiencia de lo Inefable, cuando esto ha sido un acto de autopercepción asombrada y sentida.

Cuando esa experiencia existe, uno no puede sino aceptar, más allá de la razón, que la muerte es imposible. Al menos la muerte de la Chispa. Todo lo otro, claro, muere. Como se dice en el Budismo, todo es impermanente. Pero hay un lugar de sí que no participa de esa ley de impermanencia: acata sólo la ley de lo Inmutable. Por eso en el Zen se le llama a "eso" lo Nonato, lo no-nacido. Entonces... ¿cómo habría de morir lo que no ha nacido? El cuerpo es el que nace y el que muere. Lo Nonato se sube al cuerpo y se baja de él como Ud. tantas veces a subido y luego bajado de un largo tren. Pero este tren, vaya donde vaya, no puede sino, finalmente, llegar a Casa.

Seguramente conocerá a Walt Whitman, uno de los más laicos religiosos de la poesía. Sin instrucción al respecto, el SUPO de la impermanencia, y de lo Inmutable en sí mismo. A eso vivo le llamó Yo. Un nombre quizás demasiado corto y cotidiano para nominar a lo infinito. Pero algo es algo: sabemos que "inefable" significa "aquello de lo que no se puede fablar = hablar". Y la experiencia de lo Íntimo es inefable. Desde allí, no hay muerte que morir: la guadaña de la Parca se queda cortando hierbas secas en los prados del Sahara, aburrida de sólo llevarse cuerpos, y no poder nunca, pero nunca, cercenar ninguna Vida.

Dijo Whitman:

" (.....)
Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del Universo.
Todo se ha escrito para mí,
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse
con el compás de un carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego
que traza un niño en la noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy más orgulloso
que los cimientos desde los cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el más grande de todos los mundos: Yo.

Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos,
esperaré... esperaré alegremente también.

Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución,
porque conozco la amplitud del tiempo."

El poeta León Felipe, cuando tradujo a Whitman, en su prólogo dijo: "Se apellida Whitman, pero Dios le llama Walt". Gracias, Walt, por ponerle palabras a lo inefable!

Texto: Walt Whitman (poeta estadounidense, imperdible de ser leído. 1819-1892). Fragmento del libro "Canto a mí mismo".
Imagen: "Ascendent soul", de Gilbert Williams.

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