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Para pensar juntos...: "Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber" John Wooden

domingo, 8 de abril de 2007

Colapsar y Comprender

La vida a veces es como un cuchillo: en algún punto del camino, te hace un tajo al medio, como si fueras una almohada, y allí se ve de qué estás relleno. Entonces no hay maquillaje psicológico que valga: las defensas que nos constituyen, la imagen que queremos dar, el mundito que hemos construido para evitar el Mundo... caen como una fruta madura se descuelga de su rama. Y lo que sale es lo que SOMOS (ya no lo que pretendemos "ser"). El tajo puede dejar a la luz nuestras más recónditas miserias, nuestra avaricia, nuestro resentimiento, nuestras ínfulas de "sentirnos especiales", nuestros prejuicios... y también nuestro heroísmo, nuestra nobleza, nuestra más entrañable capacidad de Compasión... El tajo de la vida nos deja sorprendidos a nosotros mismos por lo que mana de adentro. Y, puesto que somos internamente mixtos, si el tajo es verdadero lo que sale es como una lava ardiente, en que nuestras miserias y nuestras grandezas brotan a chorros, ante nuestra propia mirada azorada.

Muchos de los momentos en que la conciencia se amplía como las pupilas se dilatan en la noche, son así: de tajo abierto. Allí está la ocasión de espiritualidad verdadera. En muchos casos, una espiritualidad laica, en la que aún quien la vive no sabe que está en un estado de verdadera iluminación. Y aunque el diafragma de la conciencia luego se cierre, -como el de una cámara fotográfica luego del click-, ya nada será igual. La letra de un tango dice "la vida es una herida absurda". Sin embargo, esa apertura de Comprensión puede mitigar la absurdidad del tajo, más allá del raciocinio.

Igual nos pasa socialmente. Pero allí dependerá de cada individuo que cada tajo social redunde en un crecimiento en la Comprensión colectiva. Entonces: sólo la transformación de la actitud individual y colectiva pueden hacer que las pupilas dilatadas no vuelvan a empequeñecerse. En cada país todos los días hay tajos terribles, hundidos en la realidad que nos rodea. Pocas veces, son catástrofes naturales. La mayoría de las veces detrás de ese tajo hay hombres: hombres que disponen del cuchillo y lo hunden en la carne colectiva. También allí uno ve qué sale de adentro de un grupo humano (una provincia, un pueblo, una nación...). Y en cada individuo estará la responsabilidad de que ese tajo propicie transformación social, para que nada parecido vuelva a suceder. Así ha evolucionado la Humanidad en muchísimos puntos flacos; si hay futuro posible y no destruimos el planeta, la evolución colectiva seguirá siendo de este modo: repetición de hechos - toma de conciencia - tranformación individual y social.

Vivas donde vivas, en esta semana seguramente te han llegado noticias de hechos así. En nuestro país hoy hay provincias anegadas con unos 15.000 evacuados, debido a la desidia de quienes debieron hacer obras públicas para evitar nuevas inundaciones como en el año 93; pero nada hicieron, y la historia vuelve a repetirse. En nuestro país también esta semana mataron a un maestro, porque expresaba pacíficamente juntos con otros la injusticia del magro salario docente: reprimieron, y lo fusilaron a mansalva. Creemos que espiritualidad no debiera tener como único ámbito el templo o el almohadón de meditación. Espiritualidad es que esa realidad, la que te rodea, te duela, -recites o no mantras y plegarias-. Repudiar la injusticia, la violencia, la depredación, el abuso de poder. A partir de allí... manos a la obra! Si no hay otra cosa que podamos hacer, que difundamos ese dolor, esa indignación, esa decisión de "NUNCA MÁS", para que, en tu país, en el tuyo, en el tuyo, y en éste, más tarde o más temprano cada tajo no vuelva a suceder.

Queremos hoy convidarles un poema nacido de un hombre a partir esa inundación del año 93, idéntica a la de hoy. Un hombre que, en ese momento en que él mismo debió ser evacuado, cambia el eje de su visión del mundo, propiciándosele el surgimiento inequívoco de una mirada compasiva, luminosa y global. Porchia decía "La confesión de uno avergüenza a todos". Mirémonos en el espejo de Carlos: allí aparecerá, quizás, nuestro verdadero rostro. (Para apreciar su proceso de Comprensión, les invitamos a leerlo despacito hasta el final):

Empezar de nuevo...

Yo le tenía miedo a la oscuridad,
Hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente,
Hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos,
Hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
Hasta que tuve que dormir en el crematorio.
Yo sentía rechazo por los rosarinos y
por los porteños,
Hasta que me dieron abrigo y alimento.
Yo sentía rechazo por los judíos,
Hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.
Yo lucía vanidoso mi pullóver nuevo,
Hasta que se lo di a un niño con hipotermia.
Yo elegía cuidadosamente mi comida,
Hasta que tuve hambre.

Yo desconfiaba de la tez cobriza,
Hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas,
Hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino,
Hasta que aquella noche lo sentí llorar
hasta ahogarse.

Yo no me acordaba de los ancianos,
Hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar,
Hasta que tuve frente a mí una olla con arroz
y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
Hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
Hasta que todos nos transformamos
en seres anónimos.
Yo casi no escuchaba radio,
Hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.
Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
Hasta que de a cientos me tendieron sus manos
solidarias.
Yo estaba bastante seguro de cómo serían
mis próximos años,
Pero ahora ya no tanto.
Yo vivía en una comunidad con una clase política,
Pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
Pero ahora las tengo a todas en mi corazón.
Yo no tenía buena memoria,
Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
Pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.
Yo no te conocía,
Ahora eres mi hermano.
Teníamos un río,
Ahora somos parte de él.
Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.
Gracias a Dios.
Vamos a empezar de nuevo.

Carlos Guillermo Garibay
Santa Fe, 2 de mayo de 2003

Gracias, Carlos, donde sea que estés.

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Hasta la próxima!
Ilustración: Agradecemos a su autor, Dale Wicks .

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